No teníamos bastante con el COVID-19 que encima nos cae la de dios en forma de nieve. Bueno, lo normal en invierno. Sobre todo en enero, aunque parece que el temporal se está cebando con nosotros este año. ¡Madre mía! Qué forma de nevar y además no estamos acostumbrados al frío ni tenemos las maquinarias necesarias para aliviar el problema de circulación de medio país. Nada, que vamos de mal en peor. Mira por donde lo que no consiguen los protocolos lo consiguen dos copos de nieve: Quedarnos en casita.
Creo que están aprovechando estos días para distraer la atención hacia otro lado. Aunque evidentemente sea un grave problema, pero no será algo que dure más de diez días y, sin embargo, parece ser que los contagios y muertos del virus se hayan ido de vacaciones. ¡Pues, no señor! Ahí sigue, más vivo que nunca.
Nadie habla del retraso de la vacunación. Ni nos damos cuenta de que están subiendo los contagios a marchas forzadas y que la economía se está derrumbando. Que no, que no. Que la nieve trae incomodidades de movilización, pero no trae muerte ni enfermedades. Dentro de una semana volveremos a la normalidad que ha causado la tormenta. Pero el virus sigue matando igual con nieve que sin nieve.
Ojalá hubiera nevado durante las fiestas navideñas y se hubiera quedado todo el mundo en su puñetera casa. Pero no. Tuvieron que abrir las puertas y ahora nos sale el charlatán de turno y nos cuenta que la culpa es nuestra. Pues sí señor, con un par de narices y se queda tan a gusto. Lo peor es que el menda tiene razón, porque si me muero será por mi culpa por no haber seguido las instrucciones previamente establecidas.
Vamos a dejarlo aquí. No le demos más vueltas, en esta película están los buenos y los malos... Y ellos siempre salen de rositas. Listos, que son unos listos.
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