Todavía está coleando el tema de los listillos que por una u otra razón se han saltado el protocolo de la vacunación. Vamos, se lo han saltado a la torera y por todo el morro. Tras el primer revuelo los primeros jetas, algunos fueron señalados, expulsados u obligado a dimitir, muy a pesar suyo: "Yo no quería, me obligaron" Yo lo hice para dar ejemplo al pueblo" "Aquel día sobraron algunas dosis y de paso me llevé un par dentro del táper para mi mujer y mi suegra" o " Yo pasaba por aquí y me cayó del cielo" Esto último podía haberlo dicho el obispo de Mallorca y quedar en paz consigo mismo.
Pero ahora si te fijas, en esta segunda ola de vacunas-jetas, ya no hacen ni puto caso y siguen con aquello de "haber quién la tiene más grande" (me refiero a la culpa) y aquí no dimite ni Dios bendito. Sus propios partidos parece que les dan un tirón de orejas, pero siguen alabando su honradez profesional y su labor... y si te he visto no me acuerdo.
No se yo. Pero algo más que un tirón de orejas se merecen estos caraduras. Yo los echaría uno tras otros de sus cargos públicos, que ademas somos nosotros los que le pagamos las nóminas. Tal vez se merecerían pagar su culpa con unos meses cumpliendo con servicios sociales en residencias de ancianos, o mejor en cárceles para que se sentirían como Pedro por su casa.
Algo, algo tendrían de hacer con estos individuos, porque son un mal ejemplo para la sociedad. No pueden quedar impunes y que se sigan riendo. !Yo también quiero que me pongan la jodida vacuna! Pero antes está mi madre, el policía, el taxista, la cajera del super... y tanta y tanta gente que salvan vidas y están en primera linea. Y es indecente que unos imberbes que trabajan en la retaguardia le puedan robar la vacuna a los más necesitados. Punto.
Colección: CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS Y LA MADRE QUE LO PARIÓ.
