ella no le tendría nada que envidiar
porque es tan frágil y bonita
que cada vez que la voy abrazar,
tengo miedo de romperla.
Tiene tantas cosas buenas,
que me tiene el corazón robado
y cuando ella quiere jugar,
sabe que conmigo puede contar.
Corremos, gritamos, reímos,
y al final, acabamos dándonos
bellos besos.
Si mi amor fuera de porcelana,
¡ella no tendría precio!
Pero yo la prefiero de carne y hueso
para ir pecando con ella…
de vez en cuenta, de vez en cuando.
Colección Muñecas de trapo