Polvo de arena, luz de luna.
No me duele la distancia
ni tampoco el silencio.
Y aunque te se lejos,
me traes mágicas batallas
de espuma de olas
para desperezar mareas
que mueren en mis dedos.
Las gotas de lluvia
que caen lentísimas
me traerán el deseo
de sueños y besos.
¡Y ahora que venga la Navidad,
que venga cuando le
plazca!
Será un día claro,
un día de ojos serenos
y allí donde no lleguen
las palabras
que lleguen las miradas.
La felicidad de todos será
un buen punto de partida
a través de un año de
locuras
¡balanceémonos en la duda
de días de travesuras!
Que el reloj de la arena
sea una gran catarata de
luces,
de vientos, de nieves
de canciones y sonrisas.
¡Que nadie nunca pueda
decir
que haya sido un año desértico
o que hayamos desertado
de nuestras obligaciones
con y para la felicidad.