jueves, 1 de noviembre de 2012

LABIOS SIN CONSUELO

De muchas miradas, de muchas caricias

se hace el amor más grande
y se forman besos de formas extrañas.
Se apilan a fuerza de querernos
y todos aquellos que olvidamos
las arrinconamos junto a las cartas plegadas,
las fotos descoloridas
y los mensajes que nunca enviamos.

Llega un día en que tienes la boca tan llena,
que tienes los labios rancios
y piensas que algo dentro de ti ha muerto.

Y esperas pacientemente el alba,
y sin darte ni cuenta llega el atardecer
y los barcos vuelven al puerto
y sigo sintiendo los labios fríos y solos.

El sonido apagado de las olas lame la arena,
besan las rocas y vuelven a alta mar a buscar más.
Mientras que yo, me quedo de piedra en la orilla.

                 ¡Y en la orilla añoro!
                 ¡Y en la orilla lloro!
                 ¡Y en la orilla muero!

Los días no pasan y la luna se estremece,
los ruidos vuelven y no traen nada nuevo.

El beso está solo, y yo soy su único amigo
y no le doy consuelo
y se va muriendo poco a poco…
y yo con él.

Algunas veces hago cosas extrañas,
para comparar nuestro amor
con el de los demás enamorados.
Escucho conversaciones de parejas,
leo cartas y mensajes de amor.

Es entonces cuando pienso
en nosotros y toda mi energía
se convierte en armonía,
en fantasía, en alegría, en cuento.

En cuentos de duendes inquietos,
amorosos, besucones, cariñosos.
O en duendecillos malos,
malísimos, envidiosos, celosos.
¡Tan y tan celosos,
que te devoran el alma!

Y es por este motivo que te digo,
vida mía, que a tu lado vivo en un cuento,
que eres la inspiración que necesito
en cada letra para seguir escribiendo.

Y cuando escucho o leo las simplezas
que viven otras parejas, les invitaría
a entrar en nuestro cuento
de duendecillos malos y duendes buenos.


Colección Almas nostálgicas
Colección Poemas sin ton ni son

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