Esta mañana mientras iba al trabajo en coche he oído por la radio a una persona responsable del área comercial de la ciudad para visitar y aconsejar a los bares, restaurantes y demás locales a seguir con las actuales normativas de la pandemia vigentes en la isla.
Nada especial, todo correcto, aquí cada uno hace lo que puede para seguir subsistiendo en su trabajo. Según la mencionada interlocutora, el comportamiento en general de los comerciantes y clientes es de dudosa responsabilidad. Las infracciones más comunes son: fumar en la calle, el mal uso de la mascarilla, el incumplimiento de las distancias de los bares y la capacidad de los locales... entre otros
Bueno, vale. Yo solito llego a la conclusión de que nos portamos mal, que somos niños y niños malos, que nos sentarán en el rincón de pensar y que nos mandaran a la cama sin cenar.
¡Por Dios! Dejar de tratarnos como críos, que somos mayorcitos, que solo hacéis que sacar protocolos sobre protocolos y normativas que anulan a la anterior normativa, y por mucho que lo intentemos no logramos ponernos al día. Y diría todavía más; que los policías y los municipales tampoco saben a qué atenerse, y diría lo mismo de estos funcionarios que son unos mandados y van repartiendo consejos y panfletos como si fuera la panacea.
¡Joder! Que llevamos más de un año cambiando del blanco al negro y del verde al colorado. De verdad que nosotros no cobramos para dirigir el orden y la ley. Vamos, que más bien somos nosotros los que pagamos a los que nos riñen y nos multan.
No puedo más ¡Córcholis! Miedo me da pasear, correr, ir en bicicleta, fumar, desayunar en un bar... siempre hay alguien con la estrella de sheriff y el colt en la cartuchera para rendir cuentas. ¿Estamos locos o qué?
¡Coño! Dejarnos tranquilo de una puñetera vez, que no somos los culpables de que este mundo se haya convertido en una mierda.
Colección: CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS LA MADRE QUE LO PARIÓ.
