aún no se había levantado,
cuando la silueta de una chica,
apareció sobre una roca.
El mar, todavía dormía
en la bonanza de la noche.
Y en el horizonte, el azul del alba,
chocaba con el verde del mar.
Las gaviotas revoloteaban
en incansables bailes en el cielo.
Algunas se dejaban caer en picado
para comer algún pescado.
A la chica, el viento de poniente
le aireaba dulcemente el pelo.
Descalza, con las manos cruzadas
en la espalda, y entre los dedos,
llevaba una pamela de paja
con un lazo rosado.
Vestía un fino vestido de gasa blanco,
que con la brisa marcaba
las formas de un bello cuerpo.
A todo esto, ella seguía impasible
contemplando el horizonte,
esperando la llegada de algún vapor
¡que le devolviera su gran amor!