miércoles, 10 de noviembre de 2021

LA REINA DE LAS MUSAS

¿Sabéis amada mía que esta diadema de flores que adorna vuestra frente, que la música de las liras y flautas que llega clara hasta vuestro castillo? ¿Sabéis, amada, que todo ello sale de mis intrépidos dedos que van esculpiendo en un osado intento, por explicaros en un papel en blanco lo que otros humanos no son capaces de descifrar en cien años?

He visto en vos la aureola perfecta. El arco iris definido. Raudo, como un aprendiz de poeta, he recogido el envite del hilo de vuestra belleza, y sin perder un instante, quisiera robaros, con mi trama, vuestros encantos a raudales.

No en vano soy manipulador de letras y no negaréis, que humildemente, voy describiendo estas dotes con los que Dios os ha alumbrado, como si en ello me fuera el alma, y en cada reglón plasmo a pequeños rasgos vuestra gracia innata.

Si se diera el caso que un día, yo por mi arte, y vos, por vuestras dotes exuberantes, fuéramos reconocidos por grandes pensadores. Recordad entonces, con la constancia, y con el afán con que me dedico a este noble menester de alagaros, que me quita el sueño e incluso el hambre.
Solo quiero que estas formas queden inmortalizadas. Que si alguien venidero quisiera compararlas con las de otras damas que supiera que no será tarea fácil.

Yo en vos, veo paisajes, de los que tanto habla la gente, y a los que nunca nadie ha visitado. Misteriosos mares en donde se oyen cantos de sirena, a las que nadie ha llegado. Seríais, amada mía, la reina de los mares, de las arenas, de las conchas, de los tesoros sumergidos con que las plumas se cargan de ilusiones y de amoríos. Sentaros, amada, sin más preámbulos, en el trono de oro de la reina de las musas.

Quién, si no, puede describir el grito desgarrador del placer, de la furia de los huracanes y de las tormentas desatadas en la cama. Quién, si no, puede arrebatar los frutos de la vida o bien darle la vuelta a los sucesos y, bajo el influjo de vuestro reinado, dar marcha atrás a los acontecimientos. Quién si no, puede cambiar la historia del mundo, si no, una sola pluma cargada de flores a la orden de la reina musa.

Duradero será mi arte de describir la grandeza de mi reina, y largos serán los relatos con los que dejaré constancia de su legado. Quisiera que fuera eterno el rigor de los hados, y que mi último garabato sobre un papel sea para vos, amada mía.

Preved, próximos poetas, que no habrá durante generaciones, tan hermosa y benévola musa. Que cualquier letra que yo haya sellado en cualquiera de mis relatos ella es y será la única dueña de mis alabanzas.



Colección: POEMAS DE TERRONES DE AZÚCAR BLANCO.

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