Extirpé cada palabra del fondo de mi pecho y he llorado con cada letra como solo lo saben hacer las olas
del mar, cuando están tristes y se tumban a llorar sobre la arena.
He navegado cuál pirata por los siete mares, he fondeado en mil puertos alrededor del mundo, recogiendo, una a una, cada letra para conseguir formar la palabra perfecta.
He navegado cuál pirata por los siete mares, he fondeado en mil puertos alrededor del mundo, recogiendo, una a una, cada letra para conseguir formar la palabra perfecta.
Me he doctorado en amores, me he acostado con sultanas, plebeyas y sirenas. Con cada una de ellas, aprendí el arte de amar. A alguna le partí el corazón, a otras, tan solo les robé dulces sueños, pero todas me obsequiaron con bellas frases de amor. He peleado contra rufianes, caballeros de alto linaje y dragones voladores, para vencerles en feroces combates y me revelaron secretos celosamente guardados en castillos, cuevas y catedrales.
He ido adjuntando vocales y consonantes en cofres repletos de oro, monedas y brillantes.
Usurpé la T
de un antiguo libro de brujería griego y, de un romántico verso francés, arranqué de cuajo la E. Del hebreo del antiguo testamento descubrí la Q. De la India, porté la I
dentro de una alforja envuelta en finas telas. Un mendigo ruso, en un trueque, me entregó otra E a cambio de un mendrugo
de pan duro. Negocié con un judío la R, por un puñado de diamantes, y para obtener la O, viajé hasta Nepal a un antiguo monasterio de monjes. Jugué con las letras. Las cambié de lugar y de orden, y aun así, seguí sin encontrar la palabra deseada. Por mi casa pasaron sabios filósofos, licenciados, frailes y zares sin dar
con el orden adecuado.
Y así fueron pasando los años y las letras seguían huérfanas de sentido. Hasta que un día, sin previo aviso, y casi sin darme cuenta, pasaste por delante de mi ventana, con esa gracia innata y esos frágiles andares con que tú te contoneas. En aquel mismo instante, sentí que me hablaba el alma y el corazón golpeaba sin desmayo, corrí hasta la mesa
donde tenía olvidadas las descarriadas letras. Veloz como el rayo, adjunté la T con la E, y luego la Q con la I. Le sume la otra E, añadí la R y, finalmente, agregué la O… “TE QUIERO”.
Colección: POEMAS DE TERRONES DE AZÚCAR BLANCO