acorralado por mis propios errores.
A mi alrededor, mis semejantes caminan
y me hacen sentir la
tristeza de vivir
lejos de las olas y de la luna grande y amarilla.
Tal vez mi mundo es poco, es pequeño,
¡pero lo es todo para mí!
De tanto de verme dentro sus
ojos,
de tanto besar su boca, la mía se
ha secado
y ahora oigo el ruido de los
motores
de las barcas cuando vuelven
al puerto,
y mis pensamientos se esfuman
con el humo de las chimeneas.
Me siento hombre, me siento
mortal
y también cansado de correr por
tantas callejuelas
llenas de ojos mirando el recorrido
de mis lágrimas.
Hoy me siento perdido dentro de un
bosque
y escucho la voz que me atormenta
y huyo de ella, de ella, que no
es otra que la mía propia,
con la que tengo interminables
conversaciones,
que recuerdan cómo éramos
nosotros
y lo que significaba el mundo
cuando alguien me quería.
Y le doy vueltas, vueltas como un
asno a una noria.
¿Por qué una sola de sus palabras?
¿Por qué un solo beso?
¿Por qué un solo instante de su silencio?
¿O por qué el canto del jilguero me
emociona
enfrentándome a la realidad?
Y después ya no hay nada más que
discutir,
nada más que hablar, ni tan siquiera por lo que llorar.
¡Al fin y al cabo, esto es todo lo
que hay!
Se cerraron las puertas y las
ventanas.
Se terminaron los días cortos,
las horas voladoras
las horas voladoras
y los labios húmedos.
Como fruta madura, la luna
me ha caído sobre mi espalda
me ha caído sobre mi espalda
Colección Poemas Sin ton ni son