Y ahora que me dejaste tirado, tengo que vivir con esta carga de no tenerte a mi lado para lucir tus bondades en publico. Me reprocho no haber sabido retenerte, aunque reconozco que yo contigo, no pegaba ni con cola. Que todavía conservo aquella foto que nos hicimos un día de verano y que luego la quisiste partir por la mitad, porque mi fealdad te avergonzaba a la hora de enseñarla, y decirle a tus amigos que éramos novios. Lo mío, no tiene perdón, por enamorarme de tanta bellaza acumulada, que al fin y al cabo, parecíamos la bella y la bestia, y vivía acongojado por no poder estar a tu altura.
Y ahora me abruma la riqueza con la que vivo, fortuna que por lo visto no me sirve ni para hacerte compañía los domingos para ir a misa para que luzcas peineta de flores de nacar y mantilla. Que tú con tus andares muestras al mundo entero tal como eres, sin complejo y orgullosa. Pero yo, a mi manera, también luzco mis encantos, si es que los tuviera. Que lo feo, no quita lo valiente y yo querida, de ambas cualidades ando sobrado, aunque me falte el salero con que tú mueves el trasero.
Y yo, no quisiera, ahora que me has dejado tirado con un palmo de narices, no quisiera negar que fuiste la luz y la bandera que guiaba mi vida a través de tu cuerpo serrano, que vas luciendo por el mundo cuál princesa.
Perdona amada mia, si sigo de ti enamorado, que me pasó las noches en vela buscando tu mano entre frias sabanas y no encuentro el consuelo necesario para olvidarte. Y te pienso y te adivivo, te busco y no alcanzo tus labios.
Al fin y al cabo, tendre de empezar de nuevo a buscar a otra mujer que me quiera, tanto por mi riqueza como por tener este gran corazón que llevo entre pecho y espalda. Y a ti, querida, que te vaya bonito, que empiezan a ser tiempos de olvido.
Juanjo Cardona.
Colección: HISTORIAS DE MENTIRA.
