ayer quemé tus recuerdos.
No eran cartas ni anillos,
sino silencio y besos.
Ayer te comencé a olvidar
y le regalé tu amor al viento.
Mientras gritaba:
- ¡Ya no te quiero!
Pero hoy al escuchar tu nombre,
y al verte de nuevo,
el pulso se me ha parado
y el corazón me ha dado un vuelco.
Y como madera vieja,
he vuelto a quemarme en tu fuego.
Ayer te empecé a olvidar