miércoles, 4 de enero de 2012

LA LLUVIA VIII

Me encerré en mi estudio
y no contesté a más llamadas.
Me emborraché entre pinturas y pinceles.
Pinteé hasta acabar exhausto.
¡Quise olvidar, pero seguí pintando
una y mil veces tu retrato!

Hace tiempo que intento no recordar,
por esta razón, me he encarcelado
y saldré de nuevo de mi prisión
cuando tu recuerdo sea tan solo un cadáver.
¡Esperaré un día de lluvia o un día de sol,
pero saldré por la puerta, con la frente alta!

Sobreviviré a tu figura, a tu dulzura.
Sobreviviré a esta entupida locura
de quererte apasionadamente sin tregua.
Seguro que un día cualquiera, allí por mayo,
recordaré sin dolor aquellas manos de melocotón,
que solo con su roce me retorcían de placer.

Sigo vulnerable a tu recuerdo silencioso
y quiero perder la memoria exultante
de tu piel de seda fina y de tu boca bribona.
Quisiera tenazmente conseguir esposar
y encarcelar esta energía que me mata.

Hoy daría un gran salto en el tiempo,
hacia delante o sin dudarlo, hacia atrás.
Encendería hogueras de fiesta,
hogueras de San Juan, bebería vino,
bailaría con la más fea y con la más bonita
y haría el amor con cualquiera de ellas,
sin dejar que me corroyera la conciencia.

-¡Pobre tonto, qué pena me das!
Tú ya sabes que no puedes manipular
ni al tiempo, ni al amor, ni a la conciencia.
Entonces, solo te queda maldecir todo
lo que no sea olvidar este enfermizo amor. 
¡Ahora, estúpido, sigue bebiendo para olvidar
y sigue pintando su puto retrato!
¡Sigue en el estudio encerrado,
con este amor enfermizo!

                                   ¡Pero no esperes de tu corazón maravillas!

                                                                                                           
        Colección Almas nostálgicas

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