domingo, 5 de junio de 2022

PSICÓLOGO, UNA PROFESIÓN EN AUGE

El otro día desayunando con un buen amigo del instituto, traumatólogo, me comentaba que esta pandemia, además de muertos y de unas consecuencias económicas imprevisibles, nos dejaría graves secuelas psicológicas para la mayoría. Sobre todo para los que tengan una edad comprendida entre los 25 a los 40 años que deberán ser tratados por psicólogos. Durante una década la profesión de psicología será de las más demandadas y rentables. Buen consejo para los futuros universitarios.


- ¿… pues que quieres que te diga? Tampoco será para tanto. -Le contesté reflexionando brevemente. Esto se soluciona con la apertura de los bares, tabernas y cuatro salas de fiesta y en tres días todos cuerdos.


Me contestó que el tema era serio y que no me lo tomara a guasa, que habría una generación perdida que cambiarían los hábitos y las costumbres en busca de la felicidad perdida.


Y yo erre que erre, seguía con mi filosofía de bares y tabernas, de charlas con los amigotes hasta las tantas y volver a casa con dos copas de más y más contento que unas pascuas. Le recordaba que en nuestra generación se habían curado muchas depresiones y traumas, que se habían encontrado almas gemelas para toda la vida cantando el "Asturias patria querida". Le recordé que los camareros son grandes psicólogos, que por dos rondas más te escuchan hasta altas horas de la madrugada.


Mi amigo, no daba crédito a mi filosofía. Creo que llegó a pensar que yo debía de ser alcohólico o tonto, o ambos a la vez. Sin mostrar rechazo a mí forma de entender el mundo, siguió debatiendo con sus válidos argumento.


- Qué equivocado estás amigo, mal vamos si tenemos de ahogar nuestras penas en alcohol y confesarlas al camarero de turno. Esta generación actual, mis hijos y los tuyo, no están para estas tonterías. La vida se les hace corta y un par de años perdidos para ellos es media vida. Tú seguirás igual, insistiendo en particular forma de entender la vida, ya no puedes volver atrás en el tiempo, nos hemos hecho mayores. Pero a ellos les queda un largo camino por recorrer, no les gusta lo que están viendo y no quieren morir sin vivir el día a día. Buscan nuevas experiencias.


Las teorías de mi amigo fueron aplastantes. Me quedé sin argumentos y cambiamos de tema, nada importante, lo normal, lo cotidiano. Nos despedimos con un saludo militar y nos emplazamos para desayunar otra mañana. Un buen tipo el traumatólogo.


Quedé solo en la mesa sentado frente al mar, mirando la silueta de mi pueblo. Pensé que mi querido amigo tenía toda la razón del mundo: Esta loca pandemia está cambiando algo en nosotros, algo que a nuestra generación se nos ha ido de las manos aunque nos cueste aceptarlo.


Ahora estoy dudando entre pedir un cubata o llamar a mi psicóloga para pedirle hora para mañana...



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