Que las lágrimas no fluían
en los días de besos,
que los labios no sean de hiel.
Que las noches sean tranquilas
y que la cama les cubra de miel.
Que la luna les acoja en su seno,
que las palabras sean eternas.
Que el alba les encuentre desnudos
y los rayos les cubra la piel.
Que las caricias sean sinceras,
que las risas no sean de piedra,
que las horas se pierdan en la esfera.
Que el tiempo sea efímero
y que el mañana no tenga un ayer.
Que la distancia sea un calvario,
que el amor no viva entre rejas.
Que las manos no conozcan fronteras,
que las frases no tengan censura
y que las nubes sean de seda.
Que las estrellas se apaguen de envidia,
que no se marchiten los pechos.
Que los celos se pierdan en el calendario
y que el deseo ilumine las leguas de fuego.
Que no sea fruto del árbol caído,
que no sea el egoísmo el culpable.
Que el sueño bendiga a los enamorados y que se amen
como si en el intento les fuera la vida. Amén.
Colección: POEMAS DE TERRONES DE AZÚCAR BLANCO.
