Queridos Gaspar, Melchor y Baltasar:
Me llamo Juan José y soy una persona adulta, me he portado muy bien durante el año o al menos eso creo. He decidido escribiros esta carta porque a pesar de los años que han trascurrido he seguido creciendo considerando en vosotros ciegamente. Porque jamás de los jamases me habéis fallado.
Primero llenabais mi balcón con juguetes que hacían mis delicias de niño. Un tiempo después fueron a mis hijos a los que colmasteis de sorpresas y regalos escondiéndolos por todos los rincones de la casa. Y ahora, queridos Reyes Magos, son a mis nietos a los que tenéis encandilados, escribiendo cartas y esperado la gran noche mágica de alegría y misterio.
Gracias, queridos Reyes por tantos años de felicidad y complicidad.
Este año, no es tiempo de pedir juguetes. Mi intención es que devolváis a los niños del mundo la libertad de jugar libremente sin mascarilla y sin restricciones. Devolvedlos a la calle a jugar al aire libre con sus patines y bicicletas. Os ruego encarecidamente que también puedan volver a visitar y abrazar a sus abuelos.
Me consta que el encargo tiene su miga y que os he puesto en un compromiso. Pero es que vosotros, estimado Reyes, sois la magia personificada de todas las infancias y edades.
Os ruego queridos Reyes Magos que toméis nota de mis deseos:
Llevaros del mundo a este maldito bicho que tanto daño nos está causando. Que tanta enfermedad y tanta muerte está sembrando. No, no es justo que los niños sufran las consecuencias de este microscópico virus. Vosotros, que sois mágicos, hacedlo desaparecer del mapa de una patada en el culo y con solo este acto, este año, estaré más que satisfecho con vosotros.
Espero que leáis mi carta con cariño y atención. En mi encargo hablo en nombre de muchos abuelos y abuelas que cada año os escribimos cartas en secreto.
Atte. Juanjo de la Rosa.
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