y nos llenaba de espinas
el camino que habíamos elegido.
Vivíamos sin futuro.
las yemas de los dedos
nos endulzaban furtivos instantes,
pero el paso del tiempo
nos engullía sin remedio.
Cuando nos veíamos,
nos abrazábamos apasionadamente
y sentíamos la fuerza de la montaña
y al mismo tiempo, el reposo del valle.
Y al tener tan cerca
el respirar y el aliento
de nuestras bocas,
sentíamos en las entrañas
el canto de oro
de dos almas enemoradas.
Colección Puntas de lápices