tuviera que bautizarles,
sin ninguna duda,
le pondría tu nombre,
porque cuando te enfadas
te vuelves tormenta.
Y esto no es nada,
si además le añades
esta mirada enojada.
Cielo, tierra y mar
pueden temblar al oírte gritar,
y no hay lugar en el mundo
en donde poderse ocultar.
Mas, tormento mío,
cuando el rayo, el viento y el trueno,
han amainado, todo vuelve a la calma
y el sol brilla de nuevo en tu cara.
Colección Almas nostálgicas