viaje por montes y ciudades, por ríos y mares.
Atravesé montañas y alcancé las cimas mas altas.
Deambulé, como un mendigo por aldeas y plazas,
sin dar tregua a mi empeño de encontrar a la dama de mis sueños.
Lloré como un niño y mendigué por un mendrugo de cariño.
En mil camastros dormí y con tantas mujeres como camas compartí,
sin más valor que el gasto de haber dejado mi rastro sobre las sabanas.
Nunca entendí el valor de comprar con dinero un placer pasajero
y seguía persiguiendo a través de caminos
y fronteras a alguien que a mi me quisiera.
Sentado a la orilla de la playa, de vuelta a casa,
vencido y desahuciado por mi inútil búsqueda,
miré al horizonte mientras el sol se ponía,
al otro lado vi a alguien que observaba, y cruzamos las miradas.
Sus ojos lánguidos de color azabache, me suplicaban un abrazo,
me levanté despacio y caminé hacia ella;
tenia el pelo largo y negro y los labios de rubí.
¡Era la sirena mas hermosa del planeta!
- ¿Qué haces sirenita, tumbada en la arena?
Tú no no eres de este mundo.
Le pregunté sin dejar de mirarla.
- Vengo de mar adentro, de las profundidades,
para saciar mis penas de amores.
Contesto ella, buscando mi mano.
La abracé en mi pecho y la besé con dulzura,
igual que besa el colibrí a la flor.
- He corrido el mundo de lado a lado, de arriba a abajo,
he navegado por ríos y mares buscándote,
y cuando ya me daba por vencido, te he encontrado. Repliqué.
-Aquí me tienes, amado. Yo también busqué en las profundidades,
en los acantilados y en las orillas a alguien que a mi me quisiera.
¡Hoy por fin te he conocido y contigo quiero vivir el resto de mi vida!
Dijo ella con lágrimas en los ojos.
Caminé con ella abrazada en mis hombros,
mucho más allá de la orilla de la playa,
mientras el sol se escondía dentro del agua...
Colección Pescador de ilusiones
