Si algo bueno nos regala la vida, es a nuestra madre. Es la persona que nos alimenta y nos cuida, desde que nacemos, y nunca le agradecemos lo mucho que ha hecho por nosotros.
Nos ha parido con dolor, y al llegar al mundo, nos protege entre sus brazos desde el primer llanto. Yo no puedo recordarlo, pero mi padre, me fue contando, que ella, jamás dejó de quererme, por malo que fuese.
Qué cuidó de mis fiebres durante mil días con sus noches. Y me contó, que en mi loca juventud, yo llegaba a casa de madrugada. Y ella, seguía despierta esperando que llegará su hijito del alma, dispuesta a regañarme, por no tenerme dormido bajo llave.
Hoy mi madre, me cuenta lo mucho que quería a mi padre. Miramos fotos y me recuerda con lágrimas, lo guapos que estaban el día de su boda. Mi madre vive en el pasado y me aprieta la mano y me dice que no me vaya, que tiene miedo a quedarse sola.
Y ahora soy yo, quien le canto canciones de cuna y le recuerdo cosas de mi infancia. Y de lo bueno que era mi padre, su marido, mostrándole estas fotografías en blanco y negro que nos han inmortalizado con el paso del tiempo.
Y en un día como hoy, le recuerdo a mis nietos, lo importante que son las madres y lo mucho que quieren a sus hijos, a los nietos y a los bisnietos.
Quiero dedicar esta crónica a todas las madres, para que sigan queriéndonos como el primer día que nos parieron.
Un beso muy fuerte mama ¡Te quiero!
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