No he tenido más remedio que escribir sobre la factura de la electricidad. Al parecer se ha convertido en un tema de estado. Que yo recuerde, cada par de años sucede lo mismo. Cada vez que sube la luz se monta un cirio de tres pares de narices y en dos días nadie se acuerda de nada y seguimos con la vida cotidiana. Los seres humanos somos animales de escasa memoria y ellos, los políticos, ya cuenta con ello para hacer de las suyas e ir arañando euro a euro de nuestro miserable bolsillo. Suma y sigue.
Pero es divertido oír hablar a estos iluminados tertulianos diciendo tonterías, como de costumbre, sobre cómo y a que hora hacer las labores del hogar. Ya me gustaría verlos a ellos y a sus señoras esposas planchando a medianoche. Pero en el fondo, saben que a casi nadie se le va a ocurrir poner la lavadora, ni el lavavajillas en marcha a ciertas horas. Ideas y buenas intenciones no faltan, pero soluciones por parte de los que tienen la potestad de arreglar el tema, por desgracia, ni una palabra.
El total del montante de las facturas, dicen, que al cabo del año sumarían unos 40 euros, cantidad importante en algunos bolsillos. Pero insignificante para otros que solo les significa una ronda en el bar de abajo. Lo verdadero relevante es que no hacen nada para parar esta sangría de impuestos y que van consumiendo el diminuto sueldo a los ciudadanos de a pie.
Dicen y repiten que estamos a nivel europeo, incluso que pagamos menos impuestos que otros países. Yo les haría un trato a estos especuladores de la información que siempre pretenden darnos gato por liebre. Yo les pediría que nos igualaran al resto de la Comunidad Europea en todos los sentidos, incluido en los ridículos sueldo españoles.
Entonces sí, que pagaríamos estos impuestos y nos sentiríamos orgullosos de cumplir con nuestro deber de ciudadanos honrados.
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