Vamos a ver si conseguimos entenderlo con alguna fábula que me saque de la manga:
Érase una vez, un Rey que gobernaba un país muy grande y poderoso. Tuvo diecisiete hijos e hijas con diferentes esposas y concubinas. A cada uno de ellos, con el transcurrir de los años, les dejó que gobernaran una región de su vasto imperio.
El Rey, desde su castillo, gobernaba y dirigía a sus hijos. Estos, contentos de su poder y estatus, le iban pidiendo dinero de las arcas del rey de vez en cuando. Pero a la vez se enriquecía con los impuestos y las injusticias a las que sometían al pueblo. Qué con el sudor de su frente, hacían más y más rico al avaricioso monarca, a su corte y a sus descendientes.
Pero un día, sin saber ni de dónde ni cómo, apareció una terrible epidemia que fue matando a miles y miles de ciudadanos por todo el territorio, causando el pánico entre los más desamparados.
Sus hijos, angustiados y asustados por la transcendencia de aquellos graves acontecimientos, pidieron con urgencia, ayuda a su padre. Pero él, temeroso y desconfiado, abandonó a los hijos e hijas a su suerte. Mientras tanto, la muerte campaba a sus anchas, por las calles y rincones del reino.
Sus hijos e hijas, le imploraron ayuda urgente, ya que con su poca autoridad y escasa riqueza, no podían hacer nada para ayudar a la gente que enfermaban y morían sin remedio.
El Rey dio la espalda a sus propios hijos y dictó un bando para que fuera leído y colgado en la plaza mayor de cada pueblo. Para que no hubiera ningún ciudadano de su reino, que no se diera por enterado.
Y así rezaba:
"SÁLVESE QUIEN PUEDA"
Firmado. El Rey
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