Y así la hallé el primer día, tumbada y desnuda, como su madre la trajo al mundo. ¡Era tan dulce y tierna! Como la música de Amadeus Mozart con letra de Espronceda. Y desde entonces yo la quise como a una muñeca de carne y hueso. Me acariciaba, me daba besos y me veía guapo como un galán de película, aunque no lo fuera.
¡Oh, mi niña! E insistía en ello, como si no hubiera un mañana. Me acariciaba y me besaba, como si en cada besoo, se le fuera el alma. Yo me abandonaba a mi suerte y le susurraba al oído; ¡Por ti muero! Y así, de esta forma tan sencilla, se nos morían las horas debajo las sabanas, entre caricias y lametones de fresa y frambuesa. Con la luna de testigo, que no es poco.
Como no quererla, si todo en ella era perfecto: Si yo era su don Juan Tenorio y ella mi Dulcinea. Que sí, que sí. Te prometo que los juegos eran reales y el amor verdadero. Que de romántico hay que nacer o estar muy, pero que muy loco y siempre estar atento a cada mirada o movimiento.
— ¿No ves amada mía, que en el cielo los ángeles están dibujando un corazón con una flecha cruzada?
— ¿¡Con tu nombre y el mío!?. — preguntó, buscando el dibujo en el firmamento.
De madrugada, las campanas de la iglesia del pueblo, nos llamaron a la cruel realidad.
Tilín, talán.
Tilín, tolón.
Tal vez, todo había sido un sueño de dos locos que se entregaban el uno a otro, en un lugar paradisíaco con un lago azul, con pájaros tropicales, ciervos paseando por el jardín en una casita de papel.
Talán, talón.
Talín, tilín.
Juanjo Cardona
Colección: YO, POETA. TE ACEPTO COMO MUSA.
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