PALOS DE CIEGO.
Al ver, tus ojos claros y serenos mirarme como si estuvieras enamorada, me pone de los nervios. Que digo yo, que si me sigues mirando con estos ojitos cándidos, será que me debes de amar con locura. Porque a mi modesto entender, con estos morritos tan suaves con los que me besas, se me hace la boca agua y se me desordenan las vocales.
Ahora que nada tiene remedio y la pluma no me obedece, continuaré el poema, que muy a pesar mío al final todo el mérito será tuyo.
¡Ay, tormento mío! Que no puedo contigo, que esta carita de niña dulce y serena me tiene la pluma ganada. Al menos, sigue mirándome tiernamente hasta el final del poema, que a pesar de mi enfado, tengo de confesarte que sin ti, se me va la musa al cielo y doy palos de ciego.
Juanjo Cardona.
Colección: HISTORIAS DE MENTIRA.
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