CUANDO SE TE VA EL SANTO AL CIELO
Querida del alma mía, sal a la calle para ver como llega tu marido, cansado de tanto trabajar, pero con la ilusión de verte de nuevo. Que vengo cargadito de amor y de frío. Que el día no ha sido fácil, pero he pensado en ti y este sueño me ha ido allanando el camino. Que no me quejo cariño, que sé que tú me estarás esperando como si fuera un niño bueno, para cubrirme la cara de besitos buenos.
Que tus brazos serán de fuego y tus besos las llamas del infierno, que el día se hace corto, sabiendo que la noche será larga, que nada tiene que ver lo uno con lo otro, pero mucho me juego en el envite, y no me quejo del trabajo. Que aquí me tienes, listo para cumplir con el tajo de amarte el tiempo que fuera necesario. Y no te me duermas, que en el zurrón de mi caballo traigo comida, vino y un ramito de violetas que he ido robando a mi paso. No te vayas a creer que he venido con las manos vacías, que será larga la noche y no nos podemos quedar dormidos. ¡Tú ya sabes a lo que me refiero!
¡Querida, querida, despierta! Que nos ha pillado el alba, nos ha sobrado tiempo y nos ha faltado vino. Que ya relincha el caballo y ladran los perros, que ya es medio día y yo sigo teniendo frío y todavía, me tienes loquillo perdido. Escucha, vamos, dime algo. ¡Incorpórate! Que lo mío no es malo, que solo quiero jugar contigo, que luego vendrán a comer tus padres, tu hermana… y ¡Dios bendito!.
Solo te pido que me acurruques entre tus pechos, que sigo teniendo frío. Pero que esto se cura, que yo te lo digo; con saliva y con besitos de los que me ponen fino. Que a mí, tú sabes, que no me gustan los medicamentos, solo te pido un poquito de esta poción mágica que tú tienes en los labios, y si me curas, y si tú quieres, vamos, que yo a ti… te hago un hijo.
¡Querida! Tampoco hacía falta que le pusieras tanto empeño en el intento, que te he dicho un hijo y a este paso ya vamos para trillizos. Venga, vamos a levantarnos, querida, que oigo relinchar al caballo y ladrar al perro. Que será que vienen tus padres, o que los animales no tienen comida, y a mí, con tanta saliva y caricias, se me había ido el santo al cielo.
Juanjo Cardona
Colección: YO, POETA. TE ACEPTO COMO MUSA.
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