¿Como podemos querernos si apenas nos vemos? Hace tiempo que la distancia se ha colado entre cuerpo y cuerpo y los abrazos brillan por su ausencia, y no hablemos de los besos que parece ser que vienen de otro planeta. Nos hemos vuelto huraños y desconfiados y andamos en continuo estado de alerta.
Es casi imposible identificar a los amigos con la mascarilla, y si alguna se detiene, sigue manteniendo la distancia reglamentaria. Tengo nostalgia de aquellos labios pintados de rojo carmín, atractivos y sensuales. De miradas insinuantes envueltas de olores embriagadores que te alegraban el día y prendían tu corazón en llamas.
Que tiempos aquellos que salías de casa con la mejor de las sonrisas. Sonrisa de galán; radiante, burlona y misteriosa. Todo un recital de muecas que ahora las levas ocultas detras de la mascarilla ¡Que poco glamour nos ha quedado!
Y así nos va, que andamos asustados de nuestra propia sombra, vamos de mal humor y nos encerramos en casa enjaulados como apestados. Y van pasando los meses y nos volvemos más ariscos y insociables y no regalamos miradas, ni abrazos, ni sonrisas ni besos como los que nos obsequia la pluma de nuestro admirado poeta Gustavo Adolfo Bequer:
Por una mirada,
(un abrazo) un mundo;
(un abrazo) un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso ... yo no sé
qué te diera por un beso.
Colección: CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS Y LA MADRE QUE LO PARIÓ
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