Recuerdo, amada,
mis yemas acariciando
mis yemas acariciando
tus mejillas sonrosadas
como las amapolas,
como las amapolas,
y volátiles como las mariposas.
Como si todavía en el cielo
los ángeles no supieran
si aquella mañana hiciera
los ángeles no supieran
si aquella mañana hiciera
frio, calor o lloviera.
Cuando todavía el beso soñaba
que los labios se teñirían de rosa,
y que de mi boca saldría el maná
que alimentaría tu vida.
Todo lo anterior a este momento,
se quedó inerte, colgado en la luna,
esperando el momento en que naciera
del silencio la música de un violín,
de un piano o de una arpa...
esperando el momento en que naciera
del silencio la música de un violín,
de un piano o de una arpa...
Y desde entonces, lo último
que recuerdo, amada mía,
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