¡Cómo era de hermosa!
¡Cómo era, Dios mío,
que mi corazón moría
y mi mente se diluía!
Era el paisaje que se adivina,
era el viento, era la brisa,
era un campo de lilas.
Tan dulce, tan ligera, tan tierna
y, al mismo tiempo, tan torpe,
tan escueta, tan sencilla,
que su risa le delataba.
Era agua fresca, un beso, una caricia.
Era una bandera jugando con el viento
en una montaña cubierta de hielo.
Era un hada,
un tesoro de piratas,
era pura, como una esmeralda.
¡Qué loco fui, qué loca estaba,
qué juegos más tontos,
qué noches tan románticas!
¡Cuántas lágrimas derramamos,
por cualquier cosa, o por nada!
Todo ha cambiado,
la memoria es corta,
ciega y selectiva,
hoy no la conocería.
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