con los que solo ellos
saben mirar a los míos,
me dijiste:
-Porfa, escríbeme
una poesía.
-¿Y tú, vida mía, quieres
que te escriba una poesía?
¡Si tú eres mi inspiración
de cada día!
-¡Sí, pero quiero
que me la escribas,
para leerla en mi cama
cada noche tranquila!
-Pues si es por eso,
y para que luego no me riñas,
aquí te escribo unas cositas:
El otro día,
paseando a tu vera,
agarradito a tu cintura,
sentí en mi corazón
algo muy extraño;
y es que mientras llovía,
las gotas de lluvia
besaban tu boca,
y yo en cada una de ellas,
sentía morirme de envidia.
-¡Para que luego digas!
Colección Muñecas de trapo
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