AMOR EN LLAMAS.
La noche era clara, las estrellas brillaban entre las montañas y la luna parecía vigilar nuestros juegos de enamorados.
Colocamos una docena de velas por la habitación. La rodeé con una mano por la cintura, con la otra, le fui bajando los tirantes del vestido de algodón blanco.
El atuendo cayó al suelo y la acaricié como solo sabe acariciar el viento y le recite poemas de amor tierno. Se aferró a mis hombros y dejó que las horas pasaran de largo como un sueño. Me besó como si besara al cielo y susurro: "Solo tú puedes apagar mi fuego".
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