TANTOS VINIERON QUE DE MI CASA ME SACARON.
Era un hombre viejo, de unos ciento cincuenta años, vestía con ropa antigua y llevaba colgada al hombro una cesta llena de chatarra. Cualquiera hubiera dicho que era un payés chiflado, si no fuera porque sus ojos, de vez en cuanto chispeaban.
Aquel individuo, lejos de amedrentarme, me intrigó y me acerqué a él con cara de pocos amigos, para preguntarle que hacía en aquel lugar, tan lejos de su casa.
Poco hablador iba el hombre en cuestión, porque no me contestó y me dejó con la palabra en la boca. Pero insistí indignado.
- Si buscáis trabajo ya podéis volver de inmediato por el mismo camino por donde habéis venido. Y si lo de lo que váis es de chicas, os advierto que en Ibiza son todas muy decentes. Pero si, por el contrario, lo que queréis es destrozarnos la isla, os diré que habéis llegado demasiado tarde, porque hace años que otros se os han adelantado a vuestras intenciones.
Poco le debió gustar mi comentario, porque en un momento se le cubrió el cuerpo de sudor de color verde y desapareció por el cielo a bordo de una cohete.
Cuando llegué por la noche a mi casa le conté la historia a mi mujer y respondió indignada: "Y es que todavía hay forasteros que no se ha enterado de que hace siglos que la isla está descubierta y habitada, y que si nos les plantamos cara, nos echarán de nuestras casas."
Juanjo Cardona.
Colección: HISTORIAS DE MENTIRA,
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