viernes, 3 de noviembre de 2023

LA VAMPIRESA QUE VOLÓ HASTA MI CAMA

LA VAMPIRESA QUE VOLÓ HASTA MI CAMA. 

Era una noche de luna llena, de murciélagos y vampiros merodeando por el cielo. De repente, sin saber ni como ni de dónde, se posó sobre mi cama una vampiresa, la más bella de la bandada. Doy fé de ello.

Quedé inmóvil y en babia, sin mentar palabra ante tal extraña criatura, mientras me cogía de la mano. Estaba claro que yo corría un peligro eminente. Se me bloqueó la mente y las pulsaciones se me pusieron a cien, ante la posibilidad de que la vampiresa se cebara con mi cuello y me chupara la sangre. ¡Horror, terror y pavor! ¡Qué noche, la de aquel día!, Me esperaba una trágica muerte con los colmillos de tal bella vampiresa incrustados en el cuello. Y allí estaba yo entregado a mi suerte, sin solución aparente.

No quisiera que nada borrase de mi mente los recuerdos de una noche de luces y sombras. Porque no tan solo fueron sus ojos a juego con el cielo azul intenso, ni tan siquiera su larga melena negra azabache que cubrían sus pálidos hombros, los que alentaron una muerte segura y serena para mi pobre espíritu. 

Ni que decir tengo, que sus labios eran del color rojo más intenso que había visto jamás de tan cerca, que solo con mirarlos daban miedo besarlos. ¡Que no, que no! Que tampoco fueron sus pezones de altos vuelos los que me fueron animando a seguir vivito y coleando. Que digo, que ni en mis más arriesgadas escaladas, había corrido tanto peligro coronando cimas mucho más altas, como por las que trepé por las laderas de los pechos de la vampira.

Que no, que tampoco era eso, que yo estoy curtido en mil batallas. Pero es que su vientre liso y fino me tenía alucinado mientras sus piernas se iban entrelazando con las mías, a la vez que sus alas me abrazaban sin remedio hacia una muerte segura. Al fin y al cabo era lo normal: yo un simple mortal y ella una criatura diabólica tumbada sobre mi cama. ¿Qué final podía esperar yo en tal mortal historia?

A la hora de rezar las oraciones de mi infancia para que se me perdonaran mis pecados, sus colmillos se acercaron inexorablemente a mi pescuezo para terminar de una vez por todas con mi vida. Ella se cebó con mi cuerpo y mi alma, y mientras me encomendaba a Dios, la vampira se ensañó conmigo como si no hubiera un mañana e intento por todos los métodos imaginables acabar con mi vida, abrazando sus alas al rededor de mi cuerpo para dejarme sin aliento. Se engrescó con mi, ya de por sí moribunda existencia, hasta que apareció la primera luz del alba, que salvo mi vida en el último instante. Fue entonces, cuando la vampiresa abandonó mi cama gimiendo como una posesa. Y alzó sus alas al viento alejándose, hasta desaparecer entre los muros del castillo de Dalt Vila.

Juanjo Cardona. 

Colección: HISTORIAS DE MENTIRA.

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