martes, 29 de junio de 2021

LA ETERNIDAD DE UN BESO.

Te digo amigo, que la historia que te voy a contar no tiene desperdicio, de lo contrario, no te  haría cómplice de tan bello capítulo. Te juro que se amaban como jamás dos corazones se habían amado.
Se amaban a la luz de las velas, y se besaban con delirio, con labios dolidos al llegar la madrugada, y despertaban al mediodía con una sonrisa, mirándose a los ojos, con las manos entrelazadas. 

Ellos, dos locos enamorados, divertidos y extrovertidos, se amaban en la cama de un castillo, en la de un navío, o acostados sobre la arena de una playa, mirando como la luna se paseaba por la orilla. Eran como la rosa y la espina, que viven eternamente el uno junto al otro, a pesar de que la espina duela y los pétalos se marchiten. Eran como las amapolas jugando con el viento, que por fuerte que sople, la flor nunca cede, y al llegar la bonanza, el sol luce con más fuerza para darle vida. Se les veía en las noches oscuras pasear entre ladrones y truhanes, entre locos y prostitutas. En callejuelas entre perros callejeros ladrando a un cielo fúnebre. Se abrazaban, sabiendo que eran más fuertes, que toda aquella farándula de gente.

Como dos granos de arena, como dos rocas, como dos montañas, como un eclipsé de sol y luna. Como dos almas que se lleva el diablo... Así eran nuestros amantes.

Y no te miento amigo si te digo, que fui testigo del beso más largo que jamás fue conocido. Fue un triste día lluvioso de invierno, en la que ella murió de repente, y él la besó tan largamente, que es sus labios halló la muerte.


Colección: POEMAS DE TERRONES DE AZÚCAR BLANCO.

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