HISTORIA ROSA DE MI VIDA.
Compleja fue la historia rosa de mi vida. Yo entonces era un joven apuesto y bien parecido, ella una dulce chica adolescente, ambos jugando en un mundo de juegos que no nos pertenecía.
Era preciosa, sonreía como una rosa, eran sus ojos claros como la esmeralda. Su cabello oscuro y enredado como la noche, llena de misterio y de amor a raudales.
Yo entonces era tímido, mi vida era llana y llena de dudas, y nunca había pensado en amar a nadie.
Fue para mí un acontecimiento aquel primer beso robado, un cuento de hadas, en el que me sentí envuelto sin esperarlo. Se convirtió a partir de aquel instante en mi único deseo, y de repente el mundo se había vuelto bello.
Nada más volvió a tener sentido, ella era el centro del universo. Se convirtió en mi obsesión, en mi locura. Era halagadora, expresiva y sensible como jamás volví encontrar a otra. A su innata ternura se unía una erótica actitud que sin darme tregua me envolvía, y sin duda alguna aquel cuerpo de niña buena, me absorbía sin remedio.
En sus brazos tomó mi cuerpo y lo arrulló con ternura. Con el tiempo fuimos creciendo, ella seguía siendo la dueña de los inventos que acabaron con mis huesos en la cama y mi mente enferma, el día que se fue con otro.
¿Tal vez más experto en el arte del sexo? O, simplemente se cansó de un niño malcriado e inexperto.
¿Cuánto tiempo tardé en volver a ver la luz? ¿Cuántos años pasaron hasta volver a ser un chico normal, sin problemas mentales? Como responder a esta pregunta, si todavía hoy lloro por los rincones cuando alguien pronuncia su nombre.
Ahora busco en otros labios aquel estuche de lápices de colores de amor y pasión. Poniendo en cada abrazo, en cada beso, aquel exceso de lujuria que me trasportaba hasta los lugares más exóticos.
Son hoy, ellas, presas fáciles de las rimas y de mis letras. Pretextos para sacar de mi alma aquel fantasma que sigue merodeando a sus anchas por mis entrañas. Pero en ninguna otra mujer encontré la primavera, ni las puertas del Edén de aquella cálida piel, ni de aquellos tersos pechos que todavía tengo presentes en mis oraciones. A pesar del tiempo transcurrido, de las arrugas y de mi pelo blanquecino, no consigo olvidarla.
Ella, mi niña de juegos. Ella, princesa de princesas, amor de juventud. Ella, me acompañará hasta la muerte en mi simple y torpe mente.
Juanjo Cardona.
Colección: Historias de mentira.
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