Serán las voluminosas garras,
que infatigablemente
afilan el deseo de la muerte.
afilan el deseo de la muerte.
Con los ojos cerrados,
salta de un rincón a otro
sembrando semillas de dolor,
igual que un pobre vagabundo.
Mientras tú, madre,
con los ojos llenos de mar,
lloras a las mansas olas
que llegan a besar tus pies
y gritas a los cuatro vientos
para alejar al monstruo
de las mil patas.
Los labios secos y el pulso frío
se pierden estáticos
dentro del pozo oscuro
y tiemblan al contacto
de los demonios desconocidos.
Grandes alas nos abrazan
dentro del hedor de un ataúd
y nos sentimos solos enfrente
de tal inmunda bestia.
¿Quién nos busca, madre,
que nos llama para que
Colección Muñecas de trapo
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