que dejaste impregnado en la almohada.
Me arrullo entre sábanas
donde posaste tu cuerpo de hada.
La habitación está vacía;
no retumba entre las paredes
tu voz entrecortada.
Las flores de aquel jarrón
se han marchitado.
Sigo esperando el roce de tu mano
caminando por mi espalda.
Ya no se refleja en tus pendientes
aquella luz azulada,
con la que la luna nos alumbraba.
Y al amanecer,
me derrumbo entre lágrimas
por no tener tu pelo dorado
revuelto encima de mi cama.
Colección paisajes de mujer
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