PINTOR QUE PINTAR CON AMOR.
La tumbé sobre el diván, cogí la paleta y los pinceles e inventé hermosos colores: Le pinté el pelo, del negro de la noche. Los ojos, del color de la tormenta. Pinté sus labios, rojos, del color de la cereza. Sus pechos, del color de la miel de abeja. Pinté sus uñas, del colorado de la fresa, y sus brazos y piernas, del color natural de la seda. ¡Al fin, conseguí pintar mi obra maestra!
Sonrió con carita de niña mala y me empujó al diván y, embadurnando los pinceles, comenzó a pintar mi desventurado cuerpo de mil colores diferentes.
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