La política nunca ha sido lo mío, igual si hubiera tenído la vocación,
podría haber sido un miembro importante de la comunidad y haber tenido voto en
decisiones importantes. No me arrepiento, porque los acontecimientos no han
sido para dar palmas al gremio político. Que conste que siempre he pensado que
el buen político nace y no se hace. He visto pasar a cientos y mejor me callo y
dejo que hable por si sola la evidencia de un país… ¿corrupto? A las
pruebas me remito.
No podemos pedir peras al olmo, estamos hablando de simples mortales, no de dioses del Limbo. Personas que con el tiempo se endiosan y están por encima del bien y del mal. Algunos aseguran haber estado sentados a la derecha de Dios Padre. ¡Vivir para ver! He visto caer torres de Babel y eso me satisface, pero no me enorgullece, porque no era la misión que se les habían encomendado. Envidia, envidia sana es la que siento de otras naciones que sus representantes, de una reputación intachable, comparten el día a día con sus conciudadanos y no es necesario que le pongan a su disposición un coche privado, chofer o guarda espaldas. Viven por méritos propios en dignas viviendas y usan el transporte público. ¡Chapau monsieur et madame!
No crean que los nuestros sean iguales. No, no, pero también hay de buenos, de muy buenos que cuando dejan la política le han hecho o lo harán con honores. Qué de haberlos haylos. Yo tengo amigos de estos y también de los otros. Que en la viña del Señor tiene de haber de todos.
Si en tiempos normales las intransigencias entre partidos políticos parece un manicomio, ahora con los problemas de la pandemia se asemeja más bien al de una guardería… lo dicho.
Colección: CRONICAS
DEL CORONAVIRUS Y LA MADRE
QUE LO PARIÓ
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