¡Ay hermosa mía!, que fluir tan dulce el que surge de tus labios que vas impregnando de flor en flor tan innato aroma. Le dedicas un solo instante a cada una y crecen con la esperanza de ser cautivadoras y hermosas. Les das la ilusión de ser únicas. Les hablas y las proteges, pobre de ellas, pobres flores, por qué saben que no tendrán jamás tu belleza. Se pintan de colores y se visten de seda para no morirse de envidia.
¡Qué equilibrada frescura la tuya!, que vas repartiendo cuál hada felicidad por donde pasas. ¡Hermosa mía!.
Colección: POEMAS DE TERRONES DE AZÚCAR BLANCO.
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