de un nicho florido de coronas!
El oscuro habitáculo me arrastra
hacia mi futuro eminente, y siento
la pluma helarse entre mis dedos.
El duelo pasa por delante del difunto;
las plañideras lloran desconsoladas
y la gente pasa, cabizbajo, susurrando.
La fila de caras afligidas de amigos
y familia se va perdiendo
por la puerta del cementerio,
dando por terminado el entierro.
Antes de anochecer, las puertas se cierran.
El duelo ha cumplido su propósito…
y el muerto se ha quedado solo.
Que Dios lo tenga en su gloria.
¡Descanse en paz!
¡Descanse en paz!
2 comentarios:
A veces aparecen algunos nubarrones en nuestros días y dejan el ánimo teñido de gris.
La pluma pierde su calor por momentos para resurgir cuando nuestros días vuelven a tener brillo.
Un placer leerte, abrazos a la distancia.
Hola Cristina, al fin y al cabo, lo importante es no ser indiferente a nada que te haga sensible.
Mi pluma, mi prolongación. Mi inspiración… la inmensidad.
Un honor saberte cerca.
Juanjo
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