jueves, 9 de diciembre de 2010

LA MANO QUE MECE TUS SUEÑOS

Aparecía en lo alto la luna,
inundando el mar de estrellas. 

En la habitación con luz de velas,
ella jugaba con las sombras.

Sobre la mesita un jarro de rosas
y una foto de dos jóvenes corazones.
Las velas lloraban a cada instante
el paso inexorable de la noche.

Por la ventana llagaba el suspirar
de las olas, al llegar a la playa,
y el viento silbaba una romántica
canción a ritmo de salsa.

Ella, inocente, jugaba con las manos
y me preguntaba cosas sin importancia
para que relatara historias fantásticas,
que yo me inventaba, mientras me miraba.
  

¡Ay, cuánta gracia escondía su sonrisa!
¡Cuánta alegría contenía cuando yo le platicaba
de brujas, de princesas, de duendes y de hadas! 

Se abrazaba a mi cuello y su boca me callaba.

Se nos caía la noche con tanta charla
y nos hallaba el alba, como tantos días,
jugando con las sombras de las últimas llamas,
dibujando sobre la pared blanca, dos alas.

Se nos fue la luna, se nos iba la llama,
se nos fue la ola, se perdió la samba.
Pero cada mañana quedaban dos almas,
almas abrazadas, mientras el mundo se apagaba.

Mi boca pegada, las manos entrelazadas,
el silencio se hace presente en la estancia.
Concluyeron las caricias y las fábulas.

-Duerme, mi amada,
que yo acunaré tu cama,
luego, me apoderaré de tus sueños,
para atravesar el cielo
volando en palomas blancas,
hacia un lugar, allá a lo lejos,
donde el sol nunca salga.



Colección, Hablemos de ti

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