ESCRITOR DE ERÓTICOS CUENTOS.
¡Ay de mí! En aquella época de juventud, escribía de día y de noche sobre los encantos que poseía el amor del alma mía, y también de algunos de los que se les suponía. Llegó a ser tanta la obsesión que sentíamos el uno por el otro, que llegué a enfermar de amor o por algún otro motivo.
Con gran pena, ella venía a visitarme, me cogía de la mano y me acariciaba la frente. Me animaba para que sanase lo antes posible y volvieramos a las andadas, para que dejara constancia escrita de nuestras eróticas historias de locos amantes.
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