Cuando tú me miras de frente, me asusto, me siento desnudo y no me gusto. Como tú me miras, nunca jamas, antes me habían mirado. Y son a ellos, tus ojos, que solo con alzar los párpados ¡tiemblo!
Al final, cierro mis pobres ojos avergonzados y me abandono a mi suerte, dejándome llevar por tus lujuriosos luceros negros.