viernes, 30 de octubre de 2015

INTRÉPITOS JINETES

La luna se reflejaba sobre las olas teñidas de alba.
Se desperezaban los gallos con sus cantos al mundo,
mientras su suave y terso cuerpo 
se iluminaba sobre las sábanas de lino.

Quedó el último suspiro colgado de la lámpara,
cuando todavía mis dedos acariciaban
sus más recónditos rincones.
Ella rompió un lamento al viento, 
mientras sus afiladas uñas surcaban mi espalda.

Se montó a la grupa de mis maltrechos huesos
y, sin dar tregua, cabalgó 
sin desmayo por el sendero del deseo.
Quebramos de nuevo el silencio, 
mientras ella cubría mi boca
con largos y cerrados besos.

Las estrellas se morían de envidia
y la luna se escondía 
detrás de las montañas avergonzada.
¡Pero no cesó ni por un solo instante
la pasión de dos intrépidos jinetes!

Arremetimos con nuestros huesos contra el suelo
y, entre pecho y espalda, nos arrastramos
desde la habitación hasta la ventana.

Acarició el viento mi cara,
cubrió la luz su cuerpo de color esmeralda.
Revolotearon dormidas las primeras gaviotas
y, mientras el mar arremetía
una y otra vez contra las rocas,
nosotros seguíamos danzando al ritmo de las olas,
buscando tesoros extraviados.

Brilló el sol en su reencuentro con el día.
Voló ligero el jilguero, ladró el perro vagabundo
y repicaron las campanas de la iglesia del pueblo,
por dos almas encendidas de amor y sexo.



 Colección A quién no le guste la poesía,
   que arranque la primera letra.

AMIGA MÍA.

AMIGA MÍA. ¡Ay, ay, ay! Quién pudiera volver atrás en el tiempo, aunque ya sabemos que la vida nos empuja hacia un mundo desconocido a pasos...