sábado, 17 de septiembre de 2011

CANCIÓN DE CUNA PARA EL SOL

El sol estaba a punto de esconderse
por debajo de un hilo.
Allá a lo lejos, muy lejos,
se apagaba el fuego en el mar
antes de ir a dormir.

Se cambia la ropa de color
por un oscuro pijama,
y aunque se muere de sueño,
va jugueteando con los tonos del mar
y va sacando desde lo más hondo
colores que emocionan.

Mientras tanto, el cielo está triste,
por verlo marchar
y va haciendo sitio a la luna,
para dejarla entrar.

En las rocas, unas chicas
lo están despidiendo.
Poseídas por la luna, el sol y el mar,
la cabeza les ha trastornado.
Traicionadas por la luz y la oscuridad,
se empiezan a desnudar.

Una de ellas, tumbada
sobre una roca
con los pies en el agua,
deja que los últimos
rayos de sol calienten su piel.

Otra, se puso a bailar
en lo alto de una cima.
Desnuda y descalza,
aireaba entre las manos un mantón,
mientras se contorneaba.

Otras, estaban sentadas
a la orilla del mar,
con las manos entrelazadas
y los pechos desnudos.
Con los ojos cerrados,
escuchaban el silencio celestial
de aquellos mágicos instantes.

Más allá, otro grupo,
sentía el frescor de la brisa del mar
y los rayos que hace el sol,
antes de ir a dormir.

Mientras, todos juntos y a la vez,
mecen el sol entre los brazos
y le cantan una canción de cuna.

Colección Almas nostálgicas

IBIZA ES NUESTRA

Era un hombre viejo,
juraría que de más de cien años.
Su ropa era algo antigua y gastada:
pantalones de pana negra,
una armilla, de la que colgaba
un viejo reloj de bolsillo,
una chaqueta de extraños colores
y en la cabeza, un casco.

A simple vista, cualquiera hubiera jurado
que se trataba de un payés chiflado,
si no hubiera sido por el color de la piel
y porque de tanto en cuanto,
los ojos se le iluminaban de rojo.

A su paso, las flores florecían
y sacaban luminosos colores…
Y al momento... se marchitaban.

Aquel personaje sobrenatural,
lejos de asustarme, me intrigó,
y poco a poco, me fui acercando.

-Buen hombre, ¿qué hace usted
por estos parajes, tan lejos de su casa,
 a estas horas de la noche?

Poco hablador debía ser,
porque ni me contestó.
Pero yo, insistí.

-Si busca trabajo, mal ha elegido,
porque por estos lugares no encontraréis.
Si de lo que vais, es de mujeres,
le advierto que en esta isla
son todas muy decentes;
o casadas o comprometidas.
Si por el contrario, de lo que vais
es de destruir la isla,
le diré, amigo, que habéis llegado tarde,
que algunos más cercanos,
con el tiempo, ya lo han conseguido.

O era poco hablador,
o la conversación no le interesaba,
porque de repente se volvió de color verde
y desapareció hacia el cielo, como un cohete.

Y es que todavía hay gente que
no se ha enterado de que Ibiza
hace mucho tiempo que está descubierta
y que si no les plantamos cara,
¡nos echarán de la isla!

Colección Almas nostálgicas

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